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ZeroStoryteller's avatar
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¡Click!

¡Click!, ese fue el sonido que se produjo en el momento que mi ganzúa deshabilitó por completo el mecanismo de apertura de la entrada. Muchos consideran que la fuerza bruta o la diplomacia es la mejor alternativa para conseguir las cosas, yo siempre he pensado que las buenas artes picarescas donde la sutileza y el sigilo forman un "todo" es siempre la solución más rápida y limpia.

El chirrido de la puerta hizo que un sudor frío recorriera mi espalda, supuestamente allí no debería haber nadie, o eso me dijo el tipo huesudo que me contrató en Entrañas, ah ¿no dije antes a qué he venido aquí? A veces uno olvida los detalles triviales, mi nombre es Laris Estrellaclara, soy un elfo de sangre que se gana la vida haciendo trabajos que otros no se atreven ni si quiera a intentar ¿en qué consiste esta vez? Nada importante, o al menos eso creía al principio, simplemente recuperar un pequeño abalorio en una vieja mansión gilneana, sí, sí, aquel lugar que ahora no es más que un desolado paraje repleto de restos de sangre, olor a perro mojado y muchos artefactos químicos traídos por los renegados que conquistaron el territorio…

Ahora estoy dentro de la mansión, tal y como sospechaba el silencio me demuestra que no hay nadie más aquí, pero me advirtieron que el gilneano que antes moraba en este lugar era una persona muy precavida, ¿trampas? Probablemente, ¿algún guardián custodiando el tesoro? Totalmente imposible, ya no había nadie con vida en aquellas tierras, evidentemente esos sacos de huesos putrefactos no entran en la lista.
Mis botas de cuero se deslizaban con un toque de estilo mientras paseaba por el interior de lo que antaño fue un buen hogar, fantásticos cuadros cuyo valor sería también interesante de tasar, adornaban las paredes generando una incómoda sensación de que me están observando. ¿Pero a quién pretendía engañar? Yo seguía estando solo.

- Por la gloria de Belore – comenté parándome rotundamente. Justo en las escaleras, había el cuerpo de un humano, al igual que yo vestía ropajes de cuero ajustados y llevaba una capucha manchada, aquel tipo estaba muerto, más bien "muy" muerto, ya que varios virotes le tenían atravesado parte del torso y las piernas, probablemente su muerte habría sido dolorosa.

- Gajes del oficio – susurré para mi mismo mientras no perdía el tiempo en registrar el cadáver y afianzarme unas cuantas monedas que ya no le servirían de nada.

Sin lugar a dudas, nuestro amigo activó uno de los famosos mecanismos de defensa, eso implicaba dos cosas: aquel abalorio era algo realmente valioso y que mi amigo el contratista está buscando de todas las formas posibles hacerse con él, aunque sea tratando con cachorros inexpertos de la Alianza.

Terminé de subir las escaleras que me llevaron al piso superior, el paisaje seguía siendo el mismo, lujosos candelabros, alfombras bien enmoquetadas, lujos prescindibles ¿a caso le salvaron la vida cuando comenzó aquella maldición que los transformó en Huarguens? Estoy seguro que una alfombra de esas debe parar muy bien el ataque de un hacha, oh si…
En cuestión de segundos estaba ya junto a la puerta donde se suponía que estaría el abalorio, ni más ni menos que el despacho del dueño de la mansión, saqué el resto de mis ganzúas del bolsillo trasero de mi pantalón y me puse manos a la obra.

¡Click! de nuevo la puerta estaba abierta, esta vez sospechosamente la cerradura fue fácil de forzar, eso quería decir que lo complicado estaría dentro.

Giré el pomo con delicadeza y empujé la puerta mientras cerraba los ojos, era como si estuviera esperando algún tipo de explosión o similar, algo que dijera "Muy mal Laris, has cometido un fallo de novato por tener prisa", pero mi temor se disipó cuando logré poner un pie en aquel despacho, estaba a tan solo unos pasos de encontrar el pequeño cofre que albergaba el tesoro. Saqué un trozo de papel arrugado donde anoté las instrucciones que me dio el huesudo, decía que el abalorio se encontraría en el segundo cajón del escritorio bajo un falso fondo, ya me gustaría a mi saber cómo encontraba tanta información alguien con tan poca carne. Examiné la sala de manera cautelosa, era bastante amplia, lo cual daba a lugar a la posibilidad de que un sin fin de trampas me esperasen con una sonrisa burlona, si es que las trampas tuvieran cara, claro…

A simple vista todo estaba tranquilo, sin indicios de trampas ni de que algún otro ladronzuelo estuviera por allí ¿debería confiarme? ¡jamás! aunque quizás algún día deba dejar de hablar conmigo mismo, creo que debo dejar de visitar la taberna de Lunargenta, estar allí afecta a la mente…
Hinqué mi rodilla en el suelo y saqué de mi mochila mi herramienta para casos de necesidad. Se trataba de una pequeña caja envuelta en un pañuelo rojo de seda, en un gesto rápido quité el trozo de tela descubriendo así que aquella caja no era más que una jaula para ratones.

- Adelante Mostachia, ahora es tu turno, no me decepciones – le susurré a una pequeña rata blanca que había en el interior. Mostachia era una fiel compañera que siempre estuvo ahí, en todos los momentos ya fueran buenos o malos ¿Cómo se lo agradecería? Pues usándola como cebo ante cualquier trampa del despacho ¿no hubierais hecho lo mismo? Era la mejor manera de demostrar su fidelidad.

Saqué a Mostachia de su jaula, le di un pequeño golpe en el lomo y la coloqué sobre el suelo. El pequeño animal inclinó su cabeza con un gesto interrogativo, con un movimiento de cejas le indiqué que debía moverse hacia el escritorio.
Con un movimiento rápido y algo cómico, Mostachia comenzó a cruzar la habitación con sus peludas y delicadas patas, todo parecía ir perfectamente hasta que…

-  Ups – exclamé, tras comprobar que aquella rata acababa de ser cruelmente "anestesiada" por un gas de color verdoso que salió de unos orificios del suelo, no sabía donde estaba el mecanismo pero la trampa ya había sido activada. Cogí el pañuelo de seda rojo y lo coloqué en mi rostro, tapándome la nariz y así evitando que aquel gas fuese inhalado por error.

- Hiciste un gran trabajo pequeña, recuérdame que te lleve mucho queso en el infierno – con pequeños brincos me acerqué rápidamente hasta el escritorio. Queriendo darme prisa, abrí el segundo cajón y golpee el fondo para detectar el falso fondo, y así fue como el huesudo me demostró que sus indicaciones eran de fiar.
Mis ojos brillaron con un tono aún más verdoso del vil que lo poseía, pude palpar el pequeño cofre dorado que tenía el abalorio. No dudé en cobijar la reliquia bajo mi brazo y salir de allí tan rápido como pude. Dejé atrás a Mostachia, al hombre agujereado, y me dirigí con gran satisfacción hasta la puerta de salida. Fue entonces cuando cometí el error más grande de mi vida.

- Veo que has conseguido hacer tu trabajo – comentó un renegado, cuya mandíbula brillaba por su ausencia, dejando una larga lengua oscilar de una manera bastante grotesca y que provocaba que la pronunciación de sus palabras fue un "pelín" difíciles de entender.
Mi contratista estaba acompañado por dos hombres encapuchados, ambos armados con rifles ¿armas de fuego?¡si eso es de cobardes!. Algo me olía bastante mal ¿Qué haría él allí?¿no iba a hacerle la entrega en Entrañas?. Fue entonces cuando me aclararon todo

- Ahora serás un buen elfo, me darás el cofre y dejarás que estos hombres te disparen sin rechistar ¿de acuerdo? Tengo grandes negocios que hacer con este tesoro de la dinastía gilneana y los nobles de Ventormenta. – en ese momento el no-muerto demostró no solo tener un mal aliento, si no un pésimo gusto a la hora de encontrar aliados y hacer negocios.
Mientras sonreí con gesto provocador, llevé una de mis manos a la espalda, con un suave gesto saqué tres pequeñas bombas de humo del bolsillo trasero, contuve la respiración y las dejé caer.

El impacto contra el suelo provocó una enorme humareda, gracias a aquel viejo truco, me desvanecí de su vista y logré hacerme un hueco entre aquellos tipos para salir de allí airoso con el cofre, sin embargo, noté como algo comenzó a sujetarme de mi larga melena rojiza.

- No pretendas escapar de alguien que no puede ni oler, ni ver de manera natural – dijo mientras observaba nervioso que tenía razón, aquel renegado tenía más ausencias en su rostro que ingenio en la cabeza de un orco. Fue entonces cuando noté algo metálico y frío apoyarse en mi sien, se trataba de una de esas condenadas armas de fuego, cuyo dueño tenía el dedo en el gatillo.

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Aquí está la entrada que hice para el concurso literario de PeM (Pastando en Mulgore)

Fue toda una sorpresa ser uno de los ganadores, espero que esto sirva para obligarme a escribir más y que no tenga que ser otra persona quien me lo diga xD

Relato ambientado en el universo de Warcraft.
Comments3
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YolandaChapa's avatar
Tardé en leerlo, pero bueno...

Te quedó muy bien, no me sorprende que fuera de los ganadores ^^